El juicio de guerra

En el camino de la eliminación del sufrimiento, o por lo menos de su reducción, la experiencia y el autoconocimiento han sido y son mis mejores compañeros y maestros. Supongo que la vida son etapas, y todas tienen un porqué, una causa. Y así con el paso de los años, la percepción de la realidad y nuestras creencias van evolucionando.

La juventud viene cargada de ideas, de sueños, de energía, de sentimiento de incomprensión y desubicación, y esto muchas veces lleva a un deseo de cambio. Casi siempre un cambio exterior, una mejor sociedad por ejemplo. El idealismo es más propio de la juventud, aunque también hay adultos idealistas. Y el peligro del idealismo es que puede implicar inclinación a la elusión de lo real.

Lo irreal nunca es, lo real nunca deja de ser.
Bhagavad Gita 2,16

La aceptación de la realidad

El proceso de autoconocimiento, o la indagación en la espiritualidad, ya sea a través de Yoga u otro método, paradojicamente puede hacernos retroceder y ralentizar nuestro proceso de maduración. Lo he visto en mi, lo he visto en otros. Y así es relativamente conocido el término de «bypass espiritual«, que viene a definir una tendencia hacia una actitud de desentendimiento de la responsabilidad sobre nuestras emociones y encontrar culpables de lo propio en el exterior.

Efectivamente, la sociedad occidental no está hecha a medida para personas «espirituales», a pesar de que ahora lo alternativo sea moda. Esta moda retuerce y hace aún más confuso entender nuestro proceso y nuestro lugar, se complica el reto.

La espiritualidad es un camino personal, y por tanto, es inevitablemente individual (seas orientado por un maestro o no). Resulta incoherente y sin sentido entonces buscar hacer «comunidad» o querer conocer a personas con «inquietudes similares», pero se da esta tendencia. Por eso la espiritualidad, curiosamente, puede ralentizar nuestro proceso, precisa atravesar largas marañas de confusión extra.

El complejo de superioridad moral e intelectual y el sesgo de confirmación nos empujan a buscar a esas personas con creencias similares y nos hacen sentir en posición de poder juzgar al mundo y su organización social. Y no pasa nada, no se trata ahora de sentir culpabilidad o vergüenza, lo importante es darse cuenta, aceptarlo y seguir aprendiendo.

He observado que la ofensa e irritabilidad es muy común también en el yoga. He escuchado charlas que comenzaban con disculpas o justificaciones por si acaso alguien se ofende al oir algo que contradijese sus creencias. He leído prólogos de libros de investigación académica del yoga que también comienzan con disculpas y explicaciones ¿cuál es la razón? que no es la primera vez que esos profesores encuentran conflicto al exponer su lección y tienen el detalle de tratar de preparar al lector para que no se sienta atacado y no sufra una disonancia cognitiva.

El yoga no se libra de actitudes dogmáticas y pretensiones autoritarias.

De la justificación a la autocomprensión

Así, el autoconocimiento puede resultar un camino sufrido y confuso, cuando uno se hace consciente de que, en parte, este camino está pudiendo generar confusión y alimentar ciertas fuentes de sufrimiento. Si hacemos el ejercicio de regresar al verdadero objetivo (el fin del sufrimiento) puede aparecer una gran lección: la necesidad de hacer este camino de una forma individual y realista, pero comprensiva, amable para con uno mismo.

El dramatismo y el victimismo pueden pasar desapercibidos por años y ser inconscientemente parte de la fuerza con la que pretendemos guiar esta búsqueda, evidentemente es un error, pero cada cual venimos de donde venimos, y de errores se aprende.

La firme y sincera decisión de hacerse responsable de las emociones propias, es un acto de coraje y de madurez, un acto necesario en el «proceso espiritual», pero también necesario incluso en el proceso humano más terrenal. Crecer e ir superando etapas implica asumir mayores responsabilidades al avanzar, responsabilidades muchas veces económicas.

Es realmente liberadora la asunción de responsabilidad, haciendo conscientes nuestras miserias y deseando dejar de justificarlas o de buscar culpables fuera, pero con respeto y cariño hacia uno mismo, así se va desarrollando la autocomprensión.

Al comprenderse a uno mismo y tratar de seguir creciendo pero siempre aceptando la situación actual, de pronto, comprendemos y aceptamos al resto. Y del juicio y la intolerancia se pasa a la comprensión compasiva.

Aceptar el mundo, aceptar y entender su sociedad (siempre mejorable, pero comprensible), cierra grandes conflictos, por tanto, cierra grandes sufrimientos.

No es una resignación, el esfuerzo por mejorar y aportar no tiene por qué pararse cuando se da una aceptación de la situación. Sencillamente lo aceptamos y aprendemos a estar en paz estando las cosas como estén, por tanto, una paz incondicional, independiente.

El equilibrio de aceptar todo pero nunca rendirse.

Querer cambiar el mundo no solo tiene un peligroso componente de superioridad, dictatorial y autoritaria, además, fácilmente podría ser injusto.

¿Quiénes somos nosotros para decir cómo debe ser el mundo? ¿Quiénes somos nosotros para dictar cómo debe comportarse el otro? ¿Cómo sabemos que nuestro mundo ideal sería realmente mejor? ¿Qué nos da la verdad o el criterio acertado?

La realidad es la que es, y nuestra opinión es sólo eso, una opinión. Nuestra opinión sería una mota de paja en una realidad que sería como un gran fuego. Un barco de papel a punto de ser sacudido por un tsunami.

Así son las cosas

El mundo es como es por que a lo mejor debe ser así, querer cambiarlo es luchar contra la naturaleza, es luchar contra el universo, es luchar contra el viento. Inútil, sufrido, frustrante y probablemente injusto.

Que no se malinterprete esto, la sociedad ha avanzado y las injusticias eran mucho mayores en el pasado, efectivamente hemos mejorado y probablemente haya sido necesario ese deseo de cambio para que suceda, ese ideal de un mundo mejor.

Pero tengamos en cuenta que ha sido un proceso lento, al igual que las etapas del proceso individual, la humanidad en conjunto tiene sus etapas y éstas tienen su sentido.

Podemos evolucionar personalmente y aportar nuestro granito de arena: creo que dar ejemplo, sin alardes ni ruido, respetando el ritmo y proceso de aprendizaje de la humanidad es la forma de activismo más pacífica y efectiva.

Cuando los progresos se han acelerado han estado guiados por la violencia, el catalizador y detonante de la historia de la humanidad y sus cambios ha sido, es y probablemente será la violencia.

¿Es esto algo «malo»? No lo sé, bonito no es, pero por ahora es así. Otra liberación importante es el distanciamiento del Maniqueísmo (la creencia en el bien y el mal y su posible lucha como dos fuerzas opuestas en el universo), pero esto daría para otro artículo. Juzgar y separar arbitrariamente las cosas, ideas y personas como buenas y malas trae confusión y sufrimiento.

¿Es este artículo un juicio más? ¿Por qué afirmo tan seguro que el realismo es más sano que el idealismo? ¿Qué legitimidad tengo para lanzar semejante sentencia? No lo sé, es mi etapa actual y siento mayor paz que con las creencias anteriores, sé que puedo estar equivocado, con tranquilidad seguiré cuestionando todo, seguiré aprendiendo.

Harías bien en no creerme. Aunque este texto contiene frases categóricas (tipo: así son las cosas) no tengo razón, no busco tenerla. Quien tenga que entender este mensaje lo entenderá, a quien pueda servirle le servirá. Realmente, tratar de convencer me parece una falta de respeto invasiva.

Es complicado no juzgar, me he propuesto primero juzgarme a mi, pero un juicio comprensivo, cariñoso y respetuoso conmigo mismo, y a través de ser comprensivo conmigo, serlo con el mundo.

Comparto esto porque creo que me ha ayudado a ponerme en la piel de otras personas, a juzgarlas menos y a entenderlas más; al intentar comprender, no me tomo las cosas personal e indudablemente esto me acerca a mi objetivo: reducir el sufrimiento.

Pretende aportar una reflexión de una persona que dejó de tratar de liberar al mundo, para centrarse de una vez por todas en tratar de liberarse a sí mismo.

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