El mejor capitán de la historia

Tu peor enemigo a veces puedes ser tú mismo. Seguramente hayas escuchado esta frase y probablemente habrás caído en cuenta que te ha ocurrido esto durante varias etapas en tu vida.

Casi toda mi vida mi mente ha sido mi peor enemigo, a veces de forma consciente y a veces inconsciente, buscando otros culpables.

Ahora cuido mi mente como mi bien más preciado. Quiero que mi atención esté lo más activa y despierta posible, y para eso necesito una mente tranquila, silenciosa, y a su vez, ágil y rápida.

Es a través de la mente, y de sus representaciones de la realidad externa e interna, mediante la cual experimentamos la realidad. Por eso caemos en la confusión de creer que somos la mente y su contenido, mientras que simplemente es un instrumento. Por eso le exigimos tanto, por eso le reprochamos tanto.

Mente bella

Mi mente es mi pertenencia más valiosa. Es como un niño con grandes capacidades pero muy caprichoso y exigente. Como sus caprichos coinciden con los de mi corazón también exigente, suelo caer bajo el mandato de este niño, que dirige mi vida. Y cuando he pretendido tomar el control y ser libre de su dominio, me suelo convertir en un tirano sobre-exigente, lo que solo lleva a grandes conflictos internos, y pocas victorias. Victorias muy sufridas y siempre temporales, insostenibles.

Esta mente a la que llamo niño es realmente admirable, pues es insumisa ante mi. Y ante la tiranía se rebela sin tregua, a diferencia de mi conciencia y voluntad, la mente nunca se dará por rendida ante la tiranía.

O ser esclavos de la mente o pretender esclavizarla, nos cuesta ver el término medio.

La mente es un niño, necesita un líder, necesita un sabio que la guíe, un maestro, no un tirano. La mente precisa un líder respetuoso y comprensivo, sólo es un niño, necesita cariño y comprensión. Y eso no significa ser autoindulgente y justificar los caprichos y creencias de la mente, sino autoestudio y educación.

Al igual que los insolentes niños modernos se vuelven tiranos ante padres ausentes que ni educan ni atienden (al no tener tiempo, ni energía, ni cualidades de maestro y líder generalmente), la mente toma el mando de las personas de atención dispersa y faltos de dirección. Pues tu vida necesita un líder, y ante la ausencia de este, la mente toma el control por tu supervivencia.

Ya que tú no te haces cargo, ese pobre niño se ve obligado a tirar del carro. Tu mente nunca fue realmente tu enemigo, no le has dado otra alternativa más que la de esclavizarte. Y claro, si un niño dirige el barco, difícilmente pasarás las tormentas y llegarás a buen puerto. Le has abandonado en el mar sin capitán, para evitar el naufragio y buscar algún destino, el niño navegará basándose en sus creencias, miedos y deseos. Aún no sabe observar.

Curiosamente nos pasamos el día atendiendo a la mente, pero de forma inconsciente. No solemos pararnos a distinguir los pensamientos, a estudiar las reacciones y creencias, no solemos pararnos a comprender nuestra mente.

Si pretendemos salir de la esclavitud de la mente, cuyos caprichos y exigencias sin duda traen gran sufrimiento, no podemos pretender someterla pues aún somos su esclavo y la reprimenda por la rebelión aumentará el sufrimiento.

La conciencia puede ser sometida por la mente, pero no al revés, a las mentes sólo las pueden someter otras mentes, y esta es la mayor de las ruinas, ser esclavo de otro esclavo.

Por tanto, debemos ganar esta batalla sin ir a la guerra. La conciencia es la legítima dueña de la mente y debe simplemente tomar la posición de líder sin entrar a conflictos. Y es que realmente, el niño, la mente, está deseando que aparezca su verdadero líder, pero ese líder es un maestro comprensivo, no un dictador ignorante.

Y en su misteriosa sabiduría, la mente distinguirá sin dudar si estás actuando como su legítimo líder o como un necio dictador pusilánime al que sabe que derrotará más pronto que tarde.

En cuanto aparece el verdadero líder, la mente colabora sin vacilar, se siente aceptada, se siente confiada y en paz.

Y así tu mente puede pasar de ser tu peor enemigo, a la más valiosa de tus posesiones. Si la estudias, la respetas y la aceptas, tendrás la posibilidad de que no te arrastre y poder ser el capitán del equipo. El mejor capitán de la historia.

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